¿Cómo construir alas y aprender a volar?

viernes, 26 de marzo de 2010

Supongo

Pese a mis esfuerzos por olvidar lo que pasó, aún recuerdo con nostalgia lo sucedido. Aún me pregunto cuando lo perdimos y por que tuvo que terminar de esta manera. De sobra sabes lo racional que soy. Yo hubieses deseado que concluyéramos todo dándonos un beso en la mejilla y un laaaaaargo abrazo, como el que nos dimos cuando decidimos iniciar lo nuestro frente al chevi gris que tanto conociste y que tan familiar se veía frente a tu casa. Yo hubiese preferido que termináramos con un gracias y resignándonos pacíficamente a nuestro desencuentro. Al Menos hubiese sido un buen recuerdo y aún existiría la posibilidad de ser algo similar a lo que siempre fuimos: unos grandes amigos. Aún recuerdo la manera en que con un brazo tomaba tu mano y con el otro manejaba y cómo te decía que si chocábamos sería por tu culpa, recuerdo a veces con tristeza los besos en los semáforos y nuestras sonrisas. ¿Qué pasó? Supongo que algo hice mal para que concluyéramos de esa manera. Supongo que no acepté todos mis errores como tu jamás aceptaste los tuyos. Tu siempre tan soberbia. Yo siempre tan necio. Fue tonto de tu parte hacer lo que hiciste, pero más tonta fuiste al jamás pedir perdón y empecinarte por alimentar tu ego de mujer y tu deseo siempre fracasado por sentirte idolatrada por los hombres. Supongo que tus impulsos fueron más grande que tu cariño. Supongo que tu ira fue más grande que tu recuerdo.

martes, 23 de marzo de 2010

Execeso sin límites

La esperanza es el único exceso que el hombre puede concederse
La única opulencia sana en su vida

sábado, 20 de marzo de 2010

Espantapájaros, Oliverio Girondo

(…) me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible
- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo (…)

no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

La danza del macho

Digo que tus silencios son encantadores
por que seducen
por que te hacen más misteriosa y menos humana
por que te llenan de palabras no dichas
por que el silencio también es un recurso
un arma que las mujeres usan
ante aquel que está obligado a no callar
a no espera, a decir
y exhibirse como las aves coloridas
de grandes crestas
como las bestias que enseñan sus cuernos
y se adornan para ser elegidos
como los alces que chocan sus cráneos
o los animales que usan sus trompetas, sus picos, sus graznidos o sus alas
o como los escribanos o los cantores que piden atención
que llaman a la hembra con sus coplas
para pedirles que se duerman con ellos
que los arrullen con sus senos
en sus alcobas oscuras
llenas de olores combinados
y perfumes impregnado de objetos
de memorias
de balcones que dan a la calle
donde la atmósfera es fresca
y la luz es perfecta.
Donde la luna es menos bella que la mujer amada